Cuando hablo con gente que viene por primera vez a Punta Alta noto que remarcan un aspecto en común. Lo gris que es la ciudad.
Esto me hace cuestionarme a dónde va el presupuesto municipal.
La ciudad no tiene un balneario adecuado. El sólo hecho de llamar balneario a Villa del Mar o a Arroyo Parejas es una ridiculez. A no ser, claro está, que a alguien le guste meterse en el barro hasta las rodillas, o bañarse en agua con olor a excremento. Podría interponerse como excusa la existencia de gente que va al balneario, no a bañarse, sino a disfrutar de un día al aire libre. Para ese segmento de público no hay una infraestructura adecuada. Los fogones, amén de estar destruidos, son insuficientes. El olor que flota en el aire es nauseabundo, la higiene es deplorable. Uno no puede menos que preguntarse a santo de qué se abona la entrada al balneario.
Claro que también está Pehuen Co, a donde se puede llegar siempre y cuando el camino destruido no de cuenta del vehículo que arriesgamos (con nuestras humanidades a cuestas) para ir. Nos reciben calles sin el menor mantenimiento y una casi absoluta carencia de infraestructura. Pareciera que el lema es aprovechar mientras se pueda. Aprovechar mientras lleguen turistas, aprovechar a cobrar desmesuradamente mientras haya quien compre, aprovechar a cobrar tasas desproporcionadas hasta que los propietarios comiencen a vender e invertir en lugares más promisorios, aprovechar a alquilar propiedades a precios ridículamente altos a turistas que vienen una vez y se van, comentando el chasco que se han llevado, para no volver.
También se podría ir a Punta Ancla, pero amén de pertenecer a la Base Naval, durante gran parte del año permanece cerrado.
O sea que a partir de Marzo las opciones para salir de casa a disfrutar un día al aire libre se reducen drásticamente. Quedan las tristes plazas tan poco mantenidas a pesar de la cantidad de empleados municipales a quienes pagamos su ocio, queda el Parque San Martín acerca del cual es mejor no abundar en detalles y queda la opción de irse de la ciudad.
Imagine, quien lee, la situación de una familia que desea salir a hacer un asado el fin de semana. Más sencillo aún es el caso de buscar un lugar donde los niños puedan jugar sin peligro mientras los padres se dedican al tradicional rito del mate. Si se quiere más simpleza se puede plantear la búsqueda de un lugar con verde donde poder sentarse a leer un libro al aire libre.
Habiendo un vivero y mano de obra municipal ociosa (excepto al momento de pedir aumentos de salario) no se encara una política de forestación coherente. Se multa (la recaudación pareciera ser el norte de toda acción municipal) a quien saca un árbol de su vereda pero no se le obliga a reponer con otro árbol. Si alguien duda de esto que observe las veredas céntricas.
No se plantan masivamente árboles a fin de crear pulmones verdes.
¿Por qué no es posible copiar cosas útiles? Hay cosas que salen de la eterna utopía Puerto-Zona Franca y que hacen al bienestar de la población. Disfrutar, sólo o en familia, de un día al aire libre es una de ellas.
Alguien no versado en los beneficios de la actividad en la naturaleza podría argüir que habiendo tantas necesidades el hecho de buscar un espacio para el ocio es secundario.
En tal caso ¿Por qué no analizar la posibilidad de convertir el Partido en atractivo turístico? ¿Por qué no poner a cargo de la cartera de turismo a una persona idónea que no se tome vacaciones en plena temporada? ¿Por qué no generar ingresos a partir de cosas más posibles y que requieren mayor inversión.
Cae de maduro que este no es un proyecto que se realice de un día para el otro. Es muy posible que lo que este gobierno comunal inicie tal vez lo inaugure otro gobierno. Pero ya es tiempo de dejar de dilapidar recursos económicos y humanos en pequeños y fútiles proyectos que pueden ser largamente enumerados en los actos, para comenzar a pensar en aras de la mejora del partido. Es tiempo de dejar de pensar en reelección para comenzar a pensar en sacar el municipio adelante.
Al fin y al cabo, para eso los eligió la ciudadanía. Lo que se le pide es que hagan bien el trabajo por el cual los contribuyentes les pagamos.